Querido diario



El diario de Carmen, de Luis Cano

x Pablo Debussy

¿Hasta dónde un diario personal capta la realidad y hasta dónde la construye? ¿Cuánto hay en él de real y cuánto de subjetivo? ¿Cuál es el límite entre el fiel registro y la escritura del deseo? El diario de Carmen, la última obra dirigida por Luis Cano, propone estos interrogantes e indaga mundos interiores. No por nada el dispositivo escenográfico semeja un living, espacio signado por una amable domesticidad, entre sus luces cálidas, su confortable sillón de dos cuerpos, su empapelado florido y hasta una escudilla con el nombre de un gato llamado "Bianco" grabado en ella.

No es inocente que Carmen (Gaby Ferrero), desde su sillón, mire con disimulo al público cuando éste vaya ingresando a la sala para acomodarse en sus butacas. Lo mira con curiosidad y a la vez con algo de temor, refugiada entre las páginas de un cuaderno que pronto sabremos que es su diario personal. Y si no es inocente es porque hay en la obra, y en su protagonista, un miedo inconfesable al exterior, a algo sombrío y amenazador que no puede ser puesto en palabras. Hubo un accidente en la calle que involucró a un anciano, una ambulancia que se lo llevó y un gesto de espanto en la cara de ese hombre que ella no puede borrar de su memoria. Así, con indicios, con retazos, Carmen va contando su historia, pero los enigmas persisten. Juan, su acompañante (Mauricio Minetti) habla poco, pausadamente. Algo de misterio hay en él, un origen desconocido que él mismo ignora, y aunque pregunta con insistencia sobre su identidad, Carmen se niega a darle demasiada información. ¿Es Juan, acaso, un producto de la imaginación de Carmen? Cano ahorra certezas y construye su obra sobre una poética de lo incierto, desestabilizando al espectador que busca sentidos inmediatos. Algo no se dice, algo se escatima. ¿Qué pasó con Carmen? ¿Por qué no vuelve a salir? En ese afuera persisten, como evocaciones, el recuerdo del accidente, la hostilidad del hombre de la ambulancia que se llevó al anciano, la vecina arisca que parece soltar sus palabras como gruñidos.

La obra propone al espacio interior al modo de un refugio contra el afuera, aquel lugar del que una vez se supo y ya no se quiere saber. El empapelado florido, alegre tapiz de las paredes, encuentra su diseño repetido en el vestido de Carmen, como si hubiera un modo de simbiosis entre la dueña de casa y el espacio que habita, y al mismo tiempo la posibilidad de que todo lo que sucede ante los ojos del espectador sea una proyección de la subjetividad de la protagonista. No hay nada más allá de ese living; tras él está la inmensa negrura que recorta ese pequeño ámbito doméstico. El diario que Carmen escribe marca un perpetuo presente que vuelve a reiterarse incansablemente, que hace de la vida cotidiana un guión, una serie de indicaciones para ser obedecidas, con la tranquilidad de saber que siempre se las puede repetir, pero con la ligera incertidumbre de que tal vez la realidad no pase por allí, sino que acaso esté en alguna otra parte.



Ficha técnico artística
Autoría: Luis Cano
Dramaturgia: Luis Cano
Actúan: Gaby Ferrero, Mauricio Minetti
Vestuario: Lorena Ballestrero, Laura Rovito
Iluminación: Mariano Arrigoni
Diseño de espacio: Luis Cano
Realización escenográfica: Guillermo Manente, Vìctor Salvatore
Utilero: Lorena Ballestrero, Laura Rovito
Ilustrador: Laura Rovito
Asistencia de escenario: Diego Becker
Asistencia general: Micaela Picarelli
Coreografía: Luciana Acuña
Dirección vocal: Tian Brass
Dirección: Luis Cano
Duración: 60 minutos