Institucional de arte


x Sol Echevarría



Así definieron los chicos de El Pamero Cine a lo que se proyectó hace apenas unas horas en la Alianza Francesa. Tres fábulas de Villa Ocampo se llama esta suerte de ficción documental, cuya sinopsis cuenta: “Un fugitivo, un fetichista y un detective recorren una mansión construida en el siglo XIX, a orillas del Río de la Plata. Entre sus muros, hay resonancias, retratos de personas ilustres o desconocidas, libros, recuerdos, muebles de diversas épocas y estilos. En el centro de ese orden secreto hay una mujer que ha sido retratada...”. En la pantalla sólo se muestran imágenes de la casa en San Isidro y los objetos que están allí actualmente. La historia es sostenida por una voz en off, sello distintivo de los trabajos dirigidos por Llinás.

Como en Historias Extraordinarias, esta voz es el personaje más interesante de Tres fábulas de Villa Ocampo. En un segundo plano, Victoria Ocampo, examinada con cierta mirada borgeana irónica y perspicaz. A modo de hilo conductor, se narran tres miradas posibles de la casa a través de tres personajes hipotéticos. En vez del clásico “Había una vez...”, los relatos están precedidos por “Llega un hombre a una casa...”. También como las películas personales del director, ésta tiene varios planos fijos filmados con teleobjetivo. Las imágenes, pese al intento de superposición de objetos y miradas extraídas de los cuadros y fotografías de la casa, son un embole. “Digamos la verdad, lo que sostiene el documental son los textos y la edición”, admitió Llinás. Y se nota que la mansión Ocampo no conquistó ni un centésimo de la fascinación de aquel viejo hotel que compone el primer capítulo de Balnearios.

El viento fresco del pampero trae varios aciertos. Mucho tiempo atrás, casi ocho años, conocí a Nicolás Helft*, director ejecutivo de Villa Ocampo, en una entrevista, luego de la cual me convertí en guía. Iba todos los fines de semana a hacer el recorrido a las señoras paquetas de la vecindad. Y no lo digo de mala onda, sino por experiencia. La casa es enorme. En ese momento todavía sufría los vestigios de un incendio y el piso de arriba estaba cerrado. También lo estaba, y creo que así continúa, la mansarda. Ese era el lugar en el que, con el guarda de seguridad de turno y otros de los empleados íbamos a emborracharnos los días de lluvia, en los que no había visitas. Era un descanso en todo sentido. Sobre todo para la memoria, porque la casa está repleta de nombres, de libros y de obras que había que mencionar en el recorrido. Todo ahí era tan grande y tan frío que sólo las pequeñas profanaciones le daban calor humano. La casa ya no era tal cosa, no era habitable ni simpática, era un museo. El “Institucional de arte”, como lo llamaron, reproduce el gesto. En apenas treintaycinco minutos nombra enciclopédicamente a al menos cincuenta artistas. Habla de los hallazgos y también algunos errores. “Se equivocó con Tagore ¿ahora quién mierda lo conoce?”, dijo Llinás.

Pese al intento de Alan Pauls, moderador del debate posterior, por rescatar algo del proyecto, lo único que halagaron fueron las cenas de Nicolás Helft. “Nosotros hacemos películas que no nos dan plata, y después hacemos trabajos que nos dan de comer. Mejor que sea un institucional de Victoria que de una fábrica de caños”, dijo Agustín Mendilaharzu, pero los caños siguieron. “Es un trabajo y un tema que probablemente no hubiésemos hecho si no nos hubieran convocado”, agregó Mariano Llinás. Al final, dos señoras mayores dijeron algo así como que, pese a las risas de sus creadores, el documental reflejaba la belleza de la casa y su espíritu. A lo que Llinás respondió: “Gracias, pero igual debo decirles que me acosté de muy mal humor el domingo”.


*“El factor Borges, un libro estupendo, como Wasabi, pero que desde el inicio plantea una serie de problemas borgeanos: el libro está firmado por Alan Pauls y Nicolás Helft, sin embargo en los créditos se aclara que el texto es de Alan Pauls y que las imágenes reproducidas con generosidad pertenecen a los Archivos de la Fundación San Telmo. Entonces, ¿por qué el libro aparece firmado por Nicolás Helft? ¿Y quién es Nicolás Helft? Según Fresán, Nicolás Helft es el propietario de algunas de las ilustraciones o de los facsímiles que aparecen en el libro. Yo no lo creo. Tampoco creo que sea un heterónimo creado por el señor Pauls, poco dado a excesos portugueses sino más bien la sombra de una sombra, la sombra de un conde polaco, por ejemplo, o la sombra de cierta descorazonadora lucidez”. En la nota “Ese extraño señor Alan Pauls” de Roberto Bolaño publicada en el suplemento Radar.