¿Hoy es un día más o un día menos?, se pregunta cada tanto la protagonista (Soledad Sauthier). Sin saber qué responderle, él (Leandro Iommi) la mira en silencio. Están encerrados en una habitación y en otra época: la estética retro de almohadones con círculos naranjas y marrones, discos de pasta, vestidos hasta las rodillas parece sugerir que el encierro tiene un efecto cápsula del tiempo. El teléfono no funciona, las fotos que cuelgan sobre la pared están dadas vueltas y no encuentran la llave de la puerta. Pero ellos no quieren salir, no quieren conectarse con el afuera. A lo largo de la obra emprenden un viaje en sentido contrario, hacia su interior psíquico, sus temores y fantasías.
En un tiempo que no pasa, ya que no hay un día ni una noche marcadas, los protagonistas duermen porque están aburridos y quieren que llegue un nuevo día. Dormir y despertarse, dormir y despertarse, se queja él. ¿No es lo que hacen todos?, dice ella. Cuando están despiertos juegan y, como los chicos, exhiben ahí temores del inconsciente: juegan a afrontar la muerte, a tener hijos, a amarse, a pelearse, a estar solos. Estar solos es lo peor. Estar solos es terrible. El juego tiene que ser compartido para cobrar realidad. Ella es el motor imaginativo, como una Eva que al nombrar da consistencia, va proponiendo y deshaciendo los juegos. Eso crea situaciones inesperadas, diálogos con un humor absurdo porque, precisamente, ha perdido toda conexión con el mundo exterior.
Los juegos se hilan unos con otros como las ideas en la cabeza, saltando de cuando en cuando, tomando giros inesperados. Él la sigue, cuestionándola a veces. Así se conocieron, él la siguió en la calle cuando vio que ella proponía un juego, y gritaba. Gritaba y sigue gritando. Hay algo del orden de la histeria y de la exageración en este personaje femenino. Ella tiene veintiséis años y cumple en noviembre, alquila su departamento, trabaja en una biblioteca y tiene un novio al que no ve hace años. Él es un completo extraño. Ninguno tiene un entramado de relaciones que los sustentan, ni planes a futuro, ni siquiera tienen idea de en qué año están.
La habitación en la que se encuentran es de ella, quizás por eso domina la situación imaginativa. De las infinitas cajas que los rodean, producto de una mudanza mucho tiempo atrás, va sacando objetos que operan como disparadores. Son objetos simples: un peine, un teléfono, un disco, una lata de tomates. Todos elementos contenidos en las cajas de cartón, desarticulados con el mundo, como si fueran despojos de una trama coherente que terminó deshecha. ¿Para qué desarmar las cajas si en dos años me voy a mudar?, explica ella. El espacio funciona como una realidad concreta, un marco circunstancial que provoca la acción. Ese espacio prestado es casi lo único que los ampara, sosteniendo sus relatos fragmentados y llena el tiempo. Eso y su corporalidad. Cuerpos que se visten y se desnudan constantemente como los objetos que se meten y se sacan en las cajas.
Ficha Técnica
Ella: Soledad Sauthier
El: Leandro Iommi
Asistencia de Dirección: Daniel Crespo Carbona
Producción ejecutiva: Cristina Erlijman- Graciela Wechbe
Dirección: Lucila Garay
http://www.youtube.com/watch?v=ymWfAEFvVtE
Web: terrameteatro.blogspot.com
Prensa y acreditaciones- Julia Laurent
infojulialaurent.blogspot.com
Timbre 4 (Boedo 640)
Domingos 19 horas.
En un tiempo que no pasa, ya que no hay un día ni una noche marcadas, los protagonistas duermen porque están aburridos y quieren que llegue un nuevo día. Dormir y despertarse, dormir y despertarse, se queja él. ¿No es lo que hacen todos?, dice ella. Cuando están despiertos juegan y, como los chicos, exhiben ahí temores del inconsciente: juegan a afrontar la muerte, a tener hijos, a amarse, a pelearse, a estar solos. Estar solos es lo peor. Estar solos es terrible. El juego tiene que ser compartido para cobrar realidad. Ella es el motor imaginativo, como una Eva que al nombrar da consistencia, va proponiendo y deshaciendo los juegos. Eso crea situaciones inesperadas, diálogos con un humor absurdo porque, precisamente, ha perdido toda conexión con el mundo exterior.
Los juegos se hilan unos con otros como las ideas en la cabeza, saltando de cuando en cuando, tomando giros inesperados. Él la sigue, cuestionándola a veces. Así se conocieron, él la siguió en la calle cuando vio que ella proponía un juego, y gritaba. Gritaba y sigue gritando. Hay algo del orden de la histeria y de la exageración en este personaje femenino. Ella tiene veintiséis años y cumple en noviembre, alquila su departamento, trabaja en una biblioteca y tiene un novio al que no ve hace años. Él es un completo extraño. Ninguno tiene un entramado de relaciones que los sustentan, ni planes a futuro, ni siquiera tienen idea de en qué año están.
La habitación en la que se encuentran es de ella, quizás por eso domina la situación imaginativa. De las infinitas cajas que los rodean, producto de una mudanza mucho tiempo atrás, va sacando objetos que operan como disparadores. Son objetos simples: un peine, un teléfono, un disco, una lata de tomates. Todos elementos contenidos en las cajas de cartón, desarticulados con el mundo, como si fueran despojos de una trama coherente que terminó deshecha. ¿Para qué desarmar las cajas si en dos años me voy a mudar?, explica ella. El espacio funciona como una realidad concreta, un marco circunstancial que provoca la acción. Ese espacio prestado es casi lo único que los ampara, sosteniendo sus relatos fragmentados y llena el tiempo. Eso y su corporalidad. Cuerpos que se visten y se desnudan constantemente como los objetos que se meten y se sacan en las cajas.
Ficha Técnica
Ella: Soledad Sauthier
El: Leandro Iommi
Asistencia de Dirección: Daniel Crespo Carbona
Producción ejecutiva: Cristina Erlijman- Graciela Wechbe
Dirección: Lucila Garay
http://www.youtube.com/watch?v=ymWfAEFvVtE
Web: terrameteatro.blogspot.com
Prensa y acreditaciones- Julia Laurent
infojulialaurent.blogspot.com
Timbre 4 (Boedo 640)
Domingos 19 horas.