Pogo


x Mariano Uekado

Hagamos de cuenta que nada existe o si existe está desperdigado. Una tierna desorganización de lo que está joven. Y de pronto se generan las dimensiones, la luz, el sonido. Un espacio, digamos. Una mecha sanguínea se enciende. Y se multiplica en otros dueños. Para qué sirve un espacio delimitado. Qué puede ofrecer el sonido que proviene de los parlantes, esas ondulaciones que se intensifican o decaen sin remedio bajo las plantas de los pies.

Llegué tarde, desar- mado, sin deseos de moverme. El cuerpo siente el desplaza- miento. Entre los invitados reconozco a los integrantes de una banda de rock. También están Karen Brownell — una bonita chica que cantaba en una banda olvidable y ahora trabaja en arte digital — y Guillermo Carrasco — un artista plástico malhumorado y talentoso en una posición claramente definida.

Son las ocho y media. El administrador o dueño de This is not a gallery apura el punto de partida. La obra comienza tarde. Pero, acaso, no había comenzado tiempo atrás, con los comportamientos extravagantes de esa masa viva a la que llamaron “humanidad”. Muchas drogas, muchas drogas y algo de pasión. También alcohol. Hay sangre, hay tañidos, algún diente partido o a punto de. Un remolino y ganas de sexo grupal. Pero al final se suma una chica, solita, y no resulta un gangbang. La señorita de ojos cautivantes se sale de ese cuadrilátero de energía filosa y queda el lado B de la humanidad en un movimiento descompaginado: no pude ir a cuidarla. A veces el pogo es un animal, sangre y semen, ficción de violencia o una violencia amable. Depende, claro, de los participantes. Un herido da prestigio y ahí está la nariz rota que más tarde deberá ser intervenida por algún estudiante inseguro de medicina, y ahí está el galerista con su pierna enaltecida por su propia sangre lo cual demuestra el grado de compromiso con la obra que se lleva a cabo en su espacio.

Distancias en lo que uno quiso expresar y lo que sucedió. Nicolás Gullota jugó con esa espada que atraviesa lo imprevisto. Y logra su cometido. Está bien, quizás el número de participantes tendría que haber sido mayor para generar más fricción pero lo cierto es que la música inspiraba un intento de violencia menor del necesario para la ocasión. Hubo una canción: Ace of spades de Motorhead. El flaco de la notebook no quiso poner High Rise. Y eso que tenía una remera con ideogramas japoneses. En fin, el download a veces no dice nada. Pero hay poca gente que viaja en el Roca a hora pico. No lo pensé, no tengo la capacidad creativa, me lo comentó una mujer que estaba como espectadora.

Los ecos del vino ascendie- ron. Creo que me estoy com- portando como un ebrio. La voz se desmonta. Suelto incoherencias de cualquier tipo y religión. Ese desenfoque da una nueva visión. De alguna manera estoy afuera y adentro. El ring se deshace por la caída de alguien. Otro se golpea con una valla, alguien contempla todo desde el suelo. De repente todo termina.

Alguno sale y se mira las heridas en el brazo, marcas que quedan en el cuerpo, marcas que le recordarán este día y luego se borrarán con el tiempo. Lo efímero tiene paciencia. La memoria es un país legendario e incapaz de establecer una totalidad. Escribo esto mientras la chica más hermosa del mundo se aleja de mí. La imagino sentada en un avión, rumbo a un país, a una región más amable con su idea de mundo. Vacío la copa de Malbec que me han servido y me preparo para ir a tocar el saxo con la Orquesta Cosmodélica en el cierre de la muestra de Federico Vazquez Villarino. ¿Quién será Luciana Lamothe? Ella ha compuesto un texto brillante sobre la obra de Nicolás Gullotta: no se le ha escapado nada. Lo leo bajo las luces vibrantes del subte y me dan ganas de avergonzarme de mis párrafos pero no hay tiempo para eso. Hay cosas que no se dicen, hay cosas de las cuales no se puede escribir sin vivir la intensidad del momento: debería haberme metido en el pogo.


POGO, de Nicolás Gullotta
This is not a gallery (Cabrera 5849)

Fedra Prozac



x Eugenio Ferreira

En el marco del festival Tecnoescena, en el Centro Cultural Recoleta, nos enfrentamos al sentido de un mito griego dislocado desde la efectividad de una experiencia audiovisual que anuncia el destino de la tragedia bajo el influjo de un fármaco inhibidor antidepresivo, esto es, de la vida contemporánea. Tres cuerpos, el de Hipólito, el de Fedra y el de Teseo se ven desquiciados en la escena de una situación trágica ya conocida por nosotros. Sin embargo, el efecto trágico al que asistimos parece ser diferente al indicado por Aristóteles: la catarsis en el espectador, lejos de producirse, queda interrumpida por el magma audiovisual que envuelve y deglute la organicidad de los cuerpos. Lisérgico y onírico es el shock al que se nos expone, mientras las voces de los actores, magnificadas en tiempo real por ruidos y ecos distorsivos, expanden la experiencia escénica.

Si el sentido del fármaco es riesgoso, a un tiempo medicina y veneno, en esta obra desde el comienzo parece mostrar sus dientes en las texturas de todo lo que se presenta a nuestros sentidos: todo es filoso, desde el vestuario hasta los sonidos y las imágenes, y todo parece cortar. Aún así, el efecto inhibidor del Prozac, en el límite, no funciona: la tragedia se resuelve del mismo modo. El trámite es distinto, es cierto, paranoico, esquizofrénico. Pero el destino es el mismo: la muerte de Hipólito, el suicidio de Fedra.

Crítica radical al efecto del espectáculo con los mismos medios del espectáculo. En ese sentido la obra en sí misma es un fármaco, en tanto intenta inocular la enfermedad con el mismo veneno que la produce. Es preciso estar dispuesto a esta experiencia, es preciso poder aceptarla. Tal vez, es preciso ser jóven. O, mejor dicho, vivir entre imágenes y tecnologías para poder experimentarla como algo propio que es necesario inocular.

Dramaturgia: Luciano García
Dirección: Luciano García - Lisandro Rábida
Actúan: Marta Neme, Natasha Sirera, Luciano Garcia
Diseño Sonoro: Mario Galván, Carlos Piscopo y Lisandro Rábida
Guión Técnico y Cámaras: Luis Grasso - Lisandro Rábida
Diseño Lumínico y Técnico: Horacio Ochoa
Tratamiento Textil: Realizado Por Los Actores
Diseño Gráfico: Carlos Leiva
Avance Fílmico, Asistente De Edición y Cámara: Carlos Leiva
Fotografía: Paula Iannuzzi – Lampeduza

Tecnoescena 08: Festival Internacional de Teatro, Arte y Tecnologia
Del 30 de Octubre al 15 de Noviembre 2008
Centro Cultural Recoleta (Junín 1930)
Performances, instalaciones y charlas: entrada libre y gratuita
Espectáculos teatrales: entrada $25,00


La mirada propia



x Andrea Lobos

Dicen que el hombre vivió como quiso. No tenía teléfono, tampoco tenía televisión. En varias ocasiones intercambió sus fotos por discos o cámaras fotográficas. Así era Josef Sudek, el fotógrafo checo que creía que “la gracia de todas las cosas está en su misterio”.

Misteriosas y mágicas, así son las fotos de Sudek que componen la exhibición organizada por el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco y la Galería de Moravia en Brno. Forman parte de esta muestra sesenta y un fotografías que pertenecen a las series “Las ventanas de mi estudio, “Recuerdos”, “Laberintos”, además de naturalezas muertas, retratos y fotografías publicitarias.

La vida de Sudek es tan poco convencio- nal como su obra. Ejerció el oficio de encuader- nador hasta 1917, año en el que fue enviado a la guerra. Regresó al año siguiente con su brazo derecho amputado, ya no podía seguir trabajando en su oficio, entonces se dedicó a la fotografía.

Su obra no se inscribe en ninguna corriente estética en particular, Sudek trabajó impulsado por sus propias preocupaciones artísticas y técnicas. En la década del `20 instaló su estudio en la ciudad de Praga y se dedicó a la realización de retratos de celebridades. Para la misma época incursionó en la fotografía publicitaria. El cuidado de la armonía espacial es una de las características más interesante de estas fotografías. Los objetos parecen adquirir vida propia en esos espacios donde la luz es una protagonista esencial.

A partir de la década del ’40 Sudek decidió no hacer más ampliacio- nes de sus fotos. Comenzó a utilizar viejas cámaras de madera y grandes formatos de negativos, llegando hasta el tamaño de 10 x 30 cm. Trabajó con una cámara Kodak del siglo XIX que le permitió sacar fotos de 10 x 30 cm.

A esta etapa pertenece la serie “Las ventanas de mi estudio”, que coincide con la ocupación nazi de Praga. Sudek no fotografió el exterior desde un interior, por el contrario, creó una nueva realidad sobre el vidrio. Las gotas de rocío, la lluvia, la primavera, el otoño aparecen retratadas sobre esa superficie de un modo mágico. Al mismo tiempo, en esas imágenes tan íntimas está contenido el poder de una mirada que lucha por recobrar algo de ese afuera, y al no poder hacerlo se lanza a crearlo. Sudek fotografió las ventanas de su estudio hasta 1954.

Después de la segunda guerra mundial comenzó a trabajar con natu- ralezas muertas que arma- ba en el interior de su estudio. “Muchas veces se inspiró en obras que fueron pintadas en la época previa al descubrimiento de la fotografía, como si hubiera querido probar la veracidad visual de ellas o la mirada de sus predecesores a través del medio fotográfico. Las naturalezas muertas fueron un laboratorio para Sudek” dice Antonín Dufek, curador de la muestra.

Luego vendrán las fotografías de bosques, de árboles, de la Praga nocturna y del jardín de su casa. En estas imágenes Sudek nos devuelve al misterio de esos cuentos de hadas y bosques, donde los paisajes que se narran están envueltos en un clima de ensueño, en el que realidad y ficción se funden e intercambian.

Su obra estuvo atravesada por una preocupación: el límite entre lo visible y lo invisible. Sudek decía que “el sol bien puede no estar”, para indicar que la visibilidad de un objeto o de un paisaje no dependía tanto de una gran iluminación como de la mirada atenta del fotógrafo. Con poca luz un objeto podía convertirse en otro, creando un nuevo espacio y un nuevo tiempo.

Sudek murió en 1976, tenía ochenta años, fue un creador que no dudó en inventar una mirada propia y asumir riesgos. Sus imágenes son el testimonio de ello.


Josef Sudek, fotografías
Colecciones de la Galería de Moravia en Brno
en el Museo Fernandez Blanco(Suipacha 1422)
Curadores:
Jorge Cometti / Leila Makarius / Antonín Dufek
del 8 de octubre al 7 de diciembre
martes a viernes de 14 a 19
sábados y domingos 12 a 19
Entrada General: $1 - Jueves Gratis